La idea era tener una casa nueva en un sitio complicado y empinado en el barranco del arroyo Orakei. Uno de los retos de diseño era insertar una intervención en una delicada reserva de arbustos, manteniendo un sentido de modestia y poética. El deseo era buscar una expresión arquitectónica tranquila, que carece de articulación excesiva y de ruido, un testigo silencioso de su entorno.
Concebido como una serie componentes escultóricos, el diseño juega en la pureza y en la escala del programa articulado a través de tres formas simples y elementales. El techo de una planta funciona como una plataforma para el próximo nivel.
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