Se construyeron a principios de este siglo, cuando el gigante asiático admiraba el lujo occidental. Casi se puede recorrer el patrimonio de la Unesco a través de ellas.
Prendas de ropa y dispositivos electrónicos no son lo único que los chinos copian a la perfección. También, edificios históricos de otras partes del mundo. El viajero que se desplaza hasta allí para admirar monumentos nativos como la Ciudad Prohibida de Pekín, la Gran Muralla o los Guerreros de Terracota de Xian puede, si lo desea, maravillarse ante versiones magistralmente fusiladas de la Torre Eiffel parisina, el Coliseo romano o la Ópera de Sídney. Una fantasía. Algunas cuesta incluso distinguirlas de las originales (la solución al final del artículo).