Con Clorindo y Juan José Genoud, su socio entonces, el proceso de diseñar el nuevo espacio resultó sorprendentemente fácil. Tras su primera visita a lo que era entonces todavía la Librería Española, oscura y compartimentada, con vocación de ocultar más que de mostrar, tuvieron inmediatamente claro que allí se trataba de tirar tabiques y crear un único espacio diáfano. Desnudar y vaciar fue el primer paso que acometieron con decisión, aunque como corresponde, inmediatamente los usuarios nos dispusimos a plantearles nuestras necesidades para llenarlo. Se precisaban oficinas, auditorio, sala de exposiciones y también un espacio de librería-biblioteca, con expositores y almacenes de fondos. Demandas que fueron atendiendo sin desviarse de su propia idea. Las mínimas oficinas se acoplaron a huecos y paredes, como los almacenes, ya fuesen de libros o de obra, pero el espacio siguió siendo lo suficientemente abierto para que desde la misma entrada los visitantes pudiesen contemplarlo en su totalidad, el hilo-conductor del proyecto de Clorindo Testa.
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Visto desde la perspectiva de los 25 años trascurridos, asombra que un proyecto así, nacido con vocación de provisionalidad, como parecían pregonar los materiales empleados, siga en pleno funcionamiento y que el CCEBA conserve esa misma atmósfera de informalidad y vanguardia con que fue concebido. En lo que mucho ha tenido que ver que sus sucesivos directores hayan seguido encargándole al propio Clorindo las adaptaciones necesarias. Un respeto a la autoría que él siempre agradeció, frecuente asistente a sus actividades, autor de varias exposiciones presentadas allí desde su faceta de artista plástico, aunque con el desapego que mostró siempre por sus obras: “Si duran, duran y entonces vos te sorprendés”. La frase, recordada por Horacio Torcello en el reciente homenaje a que le tributó el Centro Cultural de España a su creador, pinta a Clorindo por entero.