En el cruce de dos grandes paisajes, las montañas al fondo y el Mar Mediterráneo, que deja que la mirada se pierda hacia el infinito, el estadio Léo Lagrange se despliega en un terreno de 8 hectáreas jugando con las restricciones propias del terreno y buscando destacar el paisaje en donde perder la vista.
El estadio toma su lugar de forma perpendicular a la autopista para desarrollar esta perspectiva notable, ofreciendo a los conductores un hito urbano.
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