Pirámides que se mantienen ocultas entre el caos vial y la selva de concreto capitalina, esos vestigios místicos que todavía resuenan muy en lo profundo de nuestra conciencia colectiva.
Jaen Madrid
Las pirámides siempre serán un recordatorio de lo sagrado que es la naturaleza y el universo para el ser humano. El triángulo –y las figuras que casi semejan uno– han sido desde hace milenios la manera en que los cultos simbolizaron a la luz pero también a la divinidad, constituida por la fuerza, belleza y sabiduría que los dioses nos ejemplifican a manera de regalo. Estas construcciones teocráticas fungieron en algún punto de su origen y existencia como mapas del universo, como templos ceremoniales dedicados a las divinidades, y tal vez, también como puertas interdimensionales, como en el caso de la gran ciudad de Teotihuacán, donde representaron al hombre en su camino a convertirse en Dios.
Las pirámides mexicanas poseen un peculiar halo de misterio que pocas construcciones en el mundo tienen. En muchos de los vestigios que hoy quedan en la Ciudad de México se construyeron numerosos templos católicos, como una manera occidental de mirar el triunfo de una religión sobre otra. Y aunque las pirámides no necesariamente profesaron una religión sino un culto universal a lo esencial de la vida, gracias a la ayuda de nuestros antropólogos, aún podemos visitar algunas de ellas y descubrir que, tal vez, su fuerza enérgica sigue siendo impresionante.
2 comentarios:
Y donde podemos leer el articulo completo?
Hasta abajo dice "Leer más"
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