La instalación que presenta la arquitecta Frida Escobedo, investiga la materialización de la fachada como creación de una identidad y una representación cultural dentro de la composición urbana. El proyecto se compone de espejos y cajas de luz, donde la fachada modernista de un edificio anónimo de la ciudad de México se convierte simbólicamente en la fachada del espacio de LIGA, estableciendo un juego hacia dentro y hacia fuera a través del reflejo.
El objeto arquitectónico modernista ponía de manifiesto un método de producción estandarizado que apuntaba a la neutralidad. En México, la Modernidad se convirtió en el ensayo de un futuro que nunca llegó. Es precisamente por su estado incompleto, que la Modernidad permite una recapitulación del carácter mexicano.
Esta presentación del lenguaje como un lugar para la sedimentación cultural me viene a la mente cuando pienso en el proyecto de Frida Escobedo El Otro, a la par que la idea de Smithson sobre los rascacielos del moderno Park Avenue como monumentos de la “evolución revertida”. En la fachada de un edificio de oficinas de la Colonia Juárez, Frida descubrió la tensión de esta narrativa —una muy específica para poder esbozar la identidad nacional de México. Suspendido entre el armazón de cristal y los interiores que este encierra, existe un registro de una acumulación y desarrollos irregulares que contradicen la imagen de vaciedad de la fachada. Lo que podemos observar aquí, es la verdadera cara del Modernismo mexicano, o lo que creció en el vacío dejado por su fracaso y sus promesas sin cumplir. La lógica de esta estructura ha sido habitada con el desorden de la realidad —la claridad se enfrenta con los retazos de necesidad. Acechando sobre la calle como si fuese el gigantesco barco de Teseo, este edificio tiene una historia por revelar. Es correcto pensar pues, que Frida ha tratado esta superficie como un texto para leerse con atención o un verso para ser deconstruido.
No es la primera vez que Frida utiliza la palabra escrita como una directiva arquitectónica: Para el pabellón del Museo El Eco, se aprovechó del espacio como una página en blanco, usando únicamente bloques de cemento igual que una estructura alfabética: poesía concreta, literalmente. Ya sea creando un espacio de oficina en el tejado de una casa suburbana, erigiendo una casa elevada sobre la ladera de una colina común, o rehabilitando un complejo turístico en decadencia ubicado en la playa de Caletilla, Frida hace uso del desuso y encuentra significados en los intersticios de nuestro entorno cotidiano. Esto viene de una doble atención por lo artesanal y lo pragmático, y una habilidad por compartimentar necesidades y deseos; es todo esto lo que materializa en sus diseños. La propuesta ganadora de Frida para un concurso de vivienda sustentable fue una unidad que podía ser extendida para crear una área con porche, o contraída para formar una salita interior, dando a los residentes el lujo de transformar su entorno con mínimos cambios. A través de construcciones minimal y modulares, Frida crea sutilmente un espacio para el ocio. La riqueza en recursos de sus diseños es esencialmente como la de un poema —líricamente eficiente, elegantemente sobrio, y cuidadosamente complejo.
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