Al observar la parcela, los arquitectos de la oficina del connotado Carlos Ferrater, comprobaron que en realidad reflejaba un momento de la historia de estas tierras correspondiente al siglo XVII donde un exceso de población obligó al cultivo de todo tipo de terrenos, incluidos casos como este de gran pendiente, mediante el sistema de abancalamientos con muros de piedra del terreno.
La construcción debía respetar el terreno y se opto por un sistema constructivo prefabricado al máximo, que se depositara sobre el terreno prácticamente sin tocarlo, sin talar árboles y aprovechando los bancales existentes, que se reconstruyeron en las zonas dañadas, con la misma piedra y la misma técnica.
Parte de la casa –garaje y zonas auxiliares- se encuentra enterrada, reconstruyendo encima el terreno natural con la vegetación autóctona.
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