Desde el inicio, las reflexiones en torno a la solución arquitectónica han pretendido establecer un acuerdo entre la singular topografía existente y el entorno construido.
Una lectura atenta del SITIO, topografía, orientaciones, vistas, vacío urbano, alineaciones, volumetrías y composiciones,… etc. nos han dado los esquemas iniciales para la definición formal del proyecto, que por su privilegiada posición, siempre pensamos que debería ejercer de ARTICULADOR del lugar y, por consiguiente, ser una una pieza rotunda que intentase conciliar las relaciones entre los volúmenes edificados y su entorno.
Esa figura plástica, se materializa en una envolvente continua que nos garantiza una visión clara y unitaria del edificio, pero que se especializa, al atender las diversas situaciones programáticas del edificio y de la vivienda. Finalmente, la envolvente se recorta y desaparece, para abrirse a las mejores vistas y orientaciones, dejando visible en su interior ese espacio envuelto, solidificado y materializado donde se dibujan unas oberturas seriadas y moduladas de las viviendas.
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