Estamos frente a un cultura que gasta millones en obras para
el espectáculo corporativo, pero no tiene dinero para lugares cotidianos como
calles y escuelas.
Habrá visto, reproducida en forma impresa u on line, The Singing Butler, la pintura de Jack Vettriano de una elegante pareja bailando en la playa, protegida por sirvientes que llevan paraguas. Es posible que también haya visto Coal Drops Yard, el centro comercial de King’s Cross, Londres, que está coronado por un par de techos que acercan como para un beso. Este último, en su fusión de romance y exclusión ocasionada por la lluvia, podría considerarse una realización arquitectónica del primero.
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