Arquitectos y neurocientíficos han mezclado conocimientos con el objetivo de diseñar espacios centrados en el funcionamiento del cerebro de sus ocupantes.
El diseño exterior e interior de un edificio puede producir sensación de angustia o de felicidad, puede aburrir o estimular como también generar compromiso o indiferencia. En otras palabras, el entorno construido es capaz de cambiar la conducta de las personas. “La arquitectura de los edificios puede mejorar la experiencia de las personas que viven, aprenden y trabajan en ellos”, dice el arquitecto Víctor Feingold, CEO de Contract Workplaces, compañía especialista en diseño y construcción de espacios de trabajo.
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