Ignacio Vicens ocupa ahora el aula donde su maestro Carvajal le inculcó su pasión por el oficio. "Como catedrático de proyectos de la Escuela de Madrid casi me da vergüenza pensar que enseño en el lugar que el ocupó", expresa muy emocionado el discípulo. "Sin duda cualquier tiempo pasado fue mejor". Vicens recuerda con nostalgia "las clases divertidas, aunque duras -era muy crítico-", de Carvajal. "Era impresionante su capacidad para generar entusiasmo: al salir no sabíamos de que había hablado, pero sabíamos que no podíamos dejar la arquitectura. Todo lo llevaba al oficio, ya fuera el arte, la política,…" El catedrático remacha su labor más allá de Madrid, en la escuela de Navarra, Barcelona y Las Palmas de Gran Canaria. Y aunque reconoce la repercusión mediática del pabellón de Nueva York, rememora otros tres ejemplos arquitectónicos de Carvajal: "De su primera época, la Escuela de Estudios Mercantiles de Barcelona es uno de los mejores ejemplos del racionalismo español. De su segunda etapa, destacaría las casas que hizo para Loewe. Y por último, de su última época, las casa de Somosaguas, dos viviendas unifamiliares, las mejores del siglo XX de España, una obra poética excepcional".
"La arquitectura no se identifica con ser arte o técnica sino en ser humanismo. Los arquitectos nos servimos de la belleza o de las técnicas pero somos humanistas, al servicio del hombre y buscando su felicidad. Lo fundamental es estar cerca del hombre a través de la eficacia y la belleza", afirmó Carvajal en 2002 al recibir el el X Premio Antonio Camuñas de Arquitectura, que le fue entregado por su "elegancia y refinamiento".
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