Desde el siglo XVI han existido los cronistas que, por vocación y sin pago alguno, se dedican a construir la historia de una urbe en cambio permanente.
Con su incalculable riqueza patrimonial tangible e intangible, con su carácter de impredecible y vertiginosa, la capital mexicana resulta ser una ciudad difícil de comprender.
Conocer lo que acontece en cada rincón de esta gran capital sólo es posible gracias a la tarea de los cronistas, quienes operan como los ojos y los oídos de cada barrio, colonia o delegación y cuyos relatos serán el testimonio de esta época para las futuras generaciones.
Desde el siglo XVI, con Francisco de Cervantes Salazar, la responsabilidad de hacer la crónica de la ciudad de México había recaído en una sola persona. Salvador Novo, Miguel León Portilla y José Luis Martínez ocuparon este cargo.
En 1985, cuando el presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado, nombró a Guillermo Tovar de Teresa cronista de la ciudad de México, desde su designación el historiador sostuvo que el modelo de tener un solo cronista para tenía sus limitaciones, y solicitó la creación de un Consejo que reuniera a intelectuales para hacer la crónica colectiva del Distrito Federal.
Así, por decreto presidencial, el 18 de febrero de 1987 se creó el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México. Pero en 2007, dicho Consejo tomaría otro rumbo: se separó del Gobierno del DF y se constituyó en Asociación Civil ante notario, bajo la presidencia del propio Guillermo Tovar de Teresa. Al grupo de intelectuales que lo conformaban se integraron otros, con el fin de formar un grupo de cronistas de diferentes campos de la cultura y las artes.
“Dejé de ser cronista de la ciudad de México hace 25 años para convertir la designación honorífica en un Consejo, para afirmar el carácter colectivo de la Crónica de la Ciudad. A la crónica se contribuye pero es imposible realizarla por una sola persona. Por eso, transformé un nombramiento honorífico en algo colectivo y ciudadano donde puedan participar diversos actores de nuestra realidad capitalina”, comenta el autor de La Ciudad de los Palacios. Crónica de un patrimonio perdido (1990), quien considera que ser cronista de la Ciudad de México no es una chamba, sino una vocación.
Conocer lo que acontece en cada rincón de esta gran capital sólo es posible gracias a la tarea de los cronistas, quienes operan como los ojos y los oídos de cada barrio, colonia o delegación y cuyos relatos serán el testimonio de esta época para las futuras generaciones.
Desde el siglo XVI, con Francisco de Cervantes Salazar, la responsabilidad de hacer la crónica de la ciudad de México había recaído en una sola persona. Salvador Novo, Miguel León Portilla y José Luis Martínez ocuparon este cargo.
En 1985, cuando el presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado, nombró a Guillermo Tovar de Teresa cronista de la ciudad de México, desde su designación el historiador sostuvo que el modelo de tener un solo cronista para tenía sus limitaciones, y solicitó la creación de un Consejo que reuniera a intelectuales para hacer la crónica colectiva del Distrito Federal.
Así, por decreto presidencial, el 18 de febrero de 1987 se creó el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México. Pero en 2007, dicho Consejo tomaría otro rumbo: se separó del Gobierno del DF y se constituyó en Asociación Civil ante notario, bajo la presidencia del propio Guillermo Tovar de Teresa. Al grupo de intelectuales que lo conformaban se integraron otros, con el fin de formar un grupo de cronistas de diferentes campos de la cultura y las artes.
“Dejé de ser cronista de la ciudad de México hace 25 años para convertir la designación honorífica en un Consejo, para afirmar el carácter colectivo de la Crónica de la Ciudad. A la crónica se contribuye pero es imposible realizarla por una sola persona. Por eso, transformé un nombramiento honorífico en algo colectivo y ciudadano donde puedan participar diversos actores de nuestra realidad capitalina”, comenta el autor de La Ciudad de los Palacios. Crónica de un patrimonio perdido (1990), quien considera que ser cronista de la Ciudad de México no es una chamba, sino una vocación.
Más información: http://www.eluniversal.com.mx/cultura/68167.html